
El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa, o de cualquiera otra índole.
Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.
Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959
Día tras día, observamos en los medios de comunicación, como a las costas de Canarias o Andalucía llegan las conocidas pateras o cayucos, repletos de gente que viene a nuestro país en busca de un futuro, que en sus respectivos lugares de procedencia no podrían tener. Y no solo en búsqueda de un futuro de prosperidad, a veces, con un futuro de Paz, es suficiente.
Estas pateras o cayucos, procedentes de Mauritania, Marruecos, etc... traen consigo sueños, que en algunos casos acaban antes de llegar a su destino, y otros simplemente se rompen cuando ya están aquí, en la mayoría de las veces causados por la intolerancia y la insolidaridad. Las autoridades deben ser las que eviten esta discriminación y nosotros como cristianos ayudar a conseguirlo. Las mujeres y hombres que vienen aquí en búsqueda de ese futuro sufren las consecuencias, pero si hay alguien que lo sufre de manera más acentuada, son los niños y adolescentes. Estos niños, llegan a los países de destino, y en muchas ocasiones los estados no son capaces dar cobertura educativa, sanitaria, económica, etc... tal y como viene reflejado en la Declaración de los Derechos del Niño.
Debemos considerar la inmigración como la avanzadilla hacia la fraternidad universal, y es tarea de los Educadores y Educadoras del Movimiento Junior, hacer lo propio con nuestros chavales, y hacerles ver que como Cristianos que seguimos la palabra de Jesús: «Era forastero y me acogisteis» (Mt. 25,35) Hay que sostener una línea que considere a los inmigrantes no como pobres que es preciso acoger, ni solo como ciudadanos cuyos derechos es necesario respetar, sino también como posibles miembros que hay que integrar en la sociedad, a la que pueden aportar energías nuevas y contribuciones originales. Y por los niños, como símbolo del futuro, tienen que tener un papel prioritario en este empeño.
Es por tanto, labor de la Iglesia en su conjunto, y de los Educadores y Educadoras del Movimiento Junior en particular, desempeñar un papel de acogida y de servicio hacia la infancia inmigrante. Las condiciones en las que muchas veces llegan, y el ambiente de “acogida” que muchas veces sufren, tiende a relegarlos a los márgenes de la sociedad. Por todo ello, debemos intensificar más nuestra acción y derribar los muros que el egoísmo levanta contra los más débiles.
Estas pateras o cayucos, procedentes de Mauritania, Marruecos, etc... traen consigo sueños, que en algunos casos acaban antes de llegar a su destino, y otros simplemente se rompen cuando ya están aquí, en la mayoría de las veces causados por la intolerancia y la insolidaridad. Las autoridades deben ser las que eviten esta discriminación y nosotros como cristianos ayudar a conseguirlo. Las mujeres y hombres que vienen aquí en búsqueda de ese futuro sufren las consecuencias, pero si hay alguien que lo sufre de manera más acentuada, son los niños y adolescentes. Estos niños, llegan a los países de destino, y en muchas ocasiones los estados no son capaces dar cobertura educativa, sanitaria, económica, etc... tal y como viene reflejado en la Declaración de los Derechos del Niño.
Debemos considerar la inmigración como la avanzadilla hacia la fraternidad universal, y es tarea de los Educadores y Educadoras del Movimiento Junior, hacer lo propio con nuestros chavales, y hacerles ver que como Cristianos que seguimos la palabra de Jesús: «Era forastero y me acogisteis» (Mt. 25,35) Hay que sostener una línea que considere a los inmigrantes no como pobres que es preciso acoger, ni solo como ciudadanos cuyos derechos es necesario respetar, sino también como posibles miembros que hay que integrar en la sociedad, a la que pueden aportar energías nuevas y contribuciones originales. Y por los niños, como símbolo del futuro, tienen que tener un papel prioritario en este empeño.
Es por tanto, labor de la Iglesia en su conjunto, y de los Educadores y Educadoras del Movimiento Junior en particular, desempeñar un papel de acogida y de servicio hacia la infancia inmigrante. Las condiciones en las que muchas veces llegan, y el ambiente de “acogida” que muchas veces sufren, tiende a relegarlos a los márgenes de la sociedad. Por todo ello, debemos intensificar más nuestra acción y derribar los muros que el egoísmo levanta contra los más débiles.
Movimiento Junior de Acción Católica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario